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Semblanzas Inmortales

Karen Manzano

Ozzy Osbourne: El Príncipe de las Tinieblas y el alma de los estadios

Existen artistas que, sin haber jugado nunca un partido profesional, se convirtieron en parte de la memoria colectiva del deporte. Ozzy Osbourne (1948–2025) fue uno de ellos. El eterno Príncipe de las Tinieblas no solo revolucionó la música con Black Sabbath y su carrera en solitario, sino que también dejó una huella profunda en la cultura deportiva, convirtiéndose en la voz y la energía que acompañaron a atletas y aficionados durante generaciones.

La música que acelera latidos deportivos

Aunque Ozzy nunca vistió un uniforme, sus acordes inconfundibles —especialmente los de “Crazy Train” y “Iron Man”— pasaron a ser himnos esenciales en estadios de la NFL, la NHL y la MLB. Basta escuchar esos primeros acordes para que una multitud se encendiera y el ambiente alcanzara su punto más alto. Equipos como los Dallas Cowboys o los New England Patriots convirtieron esas canciones en parte de su identidad en días de juego.

Un ejemplo vivo: Chipper Jones y su himno personal

El legendario bateador de poder de los Braves, Chipper Jones, compartió cómo “Crazy Train” fue su música de entrada —su walk-up music— durante toda su carrera. Eso creó una conexión simbólica tan profunda que al fallecer Ozzy, Jones expresó que siempre estarán vinculados por esos acordes épicos que lo motivaban cada vez que se paraba frente al plato. Una relación directa y poderosa entre el rock y el deporte.

Apariciones memorables

Ozzy también se hizo presente en momentos deportivos históricos. En 2005 encendió el Gillette Stadium durante un partido de los Patriots y, en 2022, regresó para deslumbrar en el show de medio tiempo en un duelo entre Rams y Bills. Allí quedó en evidencia que el rock y el deporte comparten un mismo lenguaje: intensidad, energía y la capacidad de unir multitudes.

 

Inspiración desde la resiliencia

Más allá de los estadios, muchos atletas reponen su fuerza entrenando con su música. Su vida fue un manual de resistencia: afrontó adicciones, enfermedades y tragedias, pero siempre encontró la manera de levantarse. Esa capacidad de supervivencia lo convirtió también en símbolo motivacional para quienes luchan día a día dentro y fuera del campo.

Un legado ya inscrito

Hoy, a más de un mes de su partida, el mundo sigue honrándolo. Sus acordes siguen resonando en estadios, gimnasios y arenas, recordándonos que la verdadera grandeza no está solo en ganar, sino en inspirar pasión. Ozzy Osbourne fue más que un ícono del rock: se volvió un combustible eterno para la pasión del deporte.

 

“All aboard… the Crazy Train”.
Ese tren, aunque su conductor ya no está aquí, jamás se detendrá.