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Cada quien vive en su mundo.

Guillermo Vázquez Álvarez

Es probable que al menos una vez en la vida hayas escuchado la frase: “Ya ves, cada quien vive en su mundo”. Casi siempre que he escuchado esta frase ha sido en un contexto en que una persona quiere descalificar a otra o poner en duda su buen juicio. Muchas veces se utiliza para decir que otro está medio loco o que no ve las cosas del modo correcto. Sin embargo, vale la pena repensar y analizar la frase con más detenimiento.

Imaginemos la siguiente escena: en una comida familiar nos encontramos mis padres, mis dos hermanas y yo. Acerca de mi mamá, por ejemplo, yo tengo una opinión muy particular. Esta opinión es fruto del paso de los años de convivencia con ella, del tipo de relación que ambos hemos creado así como de la suma de todas las experiencias que hemos vivido juntos. Mi opinión también ha sido creada a partir de mi carácter, mi temperamento, mis juicios, mis concepciones, mis paradigmas y creencias sobre la vida en general. Por todo lo anterior, la opinión global que tengo sobre mi madre es única y nadie más en esa mesa la comparte en su totalidad. Solo yo la veo como yo la veo. De la misma manera es única la opinión que tengo sobre mi padre y acerca de mis dos hermanas, ya que con cada uno de ellos tengo experiencias singulares y hemos construido una relación especial y distinta a través de los años.

Por el otro lado, mi madre tiene una visión y opinión sobre mí, que es muy particular y  distinta a la opinión que sobre mí tienen mis hermanas y mi padre. Se puede ver que en esa mesa no hay un solo Guillermo, sino cinco Guillermos distintos: el que yo creo que soy y el que cada uno de los integrantes de la mesa cree que soy. Así, no somos cinco a la mesa: somos realmente 25 comensales (cinco visiones distintas por cada uno de los cinco integrantes). Podemos trasladar este fenómeno a la oficina, a nuestros amigos y a todo ámbito social. Incluso opera en el mundo de las cosas: si alguna vez me corté gravemente con un cuchillo, no miro igual a los cuchillos que quien nunca se ha cortado.

Retomemos entonces la frase inicial: “Cada quien vive en su mundo”. ¡Pues pareciera que sí! Yo vivo en mi propio mundo, creado por mi mente y por todos los pensamientos y emociones que proyecto sobre las personas, cosas, instituciones y situaciones con las que entro en contacto y con las que me relaciono. Yo vivo en mi propio mundo, que es distinto al de todos los demás.

El filósofo alemán Frederick Nietzsche decía: “Nadie vive los hechos; lo que cada quien vive es su propia interpretación de los hechos”. Así que tomemos responsabilidad sobre nuestras percepciones e interpretaciones y no le exijamos a nadie más que vea el mundo exactamente igual que nosotros. Cuando entres en contacto con los demás comprende, respeta y disfruta su mundo. Esto además seguramente enriquecerá el tuyo.

Guillermo Vázquez Álvarez / Guillermo@fastmail.mx