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El valle de los aromas

Blanca Bretón de Cava de Blanca

De la Sierra Cantabria a la Sierra de La Demanda se extiende el territorio de la Denominación de Origen Calificada Rioja, una región privilegiada por la mezcla de dos climas: Atlántico con su frescor y humedad, y Mediterráneo, caracterizado por su suavidad y calidez. Esta combinación es perfecta para que las uvas maduren de forma óptima.

La región está dividida en tres y la recorre el río Ebro, que no sólo le aporta belleza al paisaje, sino se convierte en un jugador clave para lograr diferentes microclimas en los viñedos. Si bien la DOCa Rioja regula las variedades de uva que pueden plantarse dentro de ella, cada viñedo tiene su propia personalidad y eso hace de esta tierra algo mágico.

La nariz de un aficionado al vino es y siempre será privilegiada, no importa si está comenzando su gusto por este elixir que nos provee la naturaleza o bien si lleva años en el sector y es todo un experto; siempre hay algo nuevo que descubrir a través de los sentidos.

En el momento en que se tiene el privilegio de pisar los suelos de Rioja, vienen un sinfín de aromas que no sólo provienen de los vientos mezclados, de esa brisa que no deja de correr para que las uvas crezcan sanas, sino de toda la historia y el arraigo de la región. Estos vientos acarrean el trabajo arduo que las familias de viticultores y bodegueros realizan desde hace más de un siglo.

 

 

Comenzando por los suelos arcilloso-calcáreos, siguiendo por los arcillo-ferrosos, y finalizando con los aluviales en ciertas partes más pegadas al río, el terruño desprende un aroma vivo, de la materia orgánica alojada en él. Cada piedra albergada en estos suelos tiene características y tamaños distintos y va dando forma a las calles de los viñedos llamadas “renques”. En cada viñedo hay un sinfín de hierbas aromáticas, cada aporta distintos matices a esta experiencia sensorial sin precedentes: romero y tomillo que brindan frescor, lavanda y rosas que se transforman en elegancia, salvia y mentoles que aportan vigor y hierbas secas que denotan madurez. Cada uno de estos aromas se plasman en las viñas y finalmente se transforman en atributos únicos que caracterizan a los Vinos de la Región.

 

Por supuesto, esta experiencia sensorial tiene su cúspide al acariciar las viñas que van madurando lenta y minuciosamente cada año. No importa si las vides tienen entre 40 y 60 o, hasta 80 años: son el principio y centro de esta maravillosa región a la que brindan no sólo aromas hermosos dependiendo del punto del ciclo en el que se encuentren, sino que traen consigo tradición, dedicación, familia, vida y por supuesto dan fruto a un producto de lujo llamado Vino de Rioja. Hoy se conoce en todo el mundo por su calidad, elegancia y gran capacidad de guarda.

La singularidad de este lugar se siente al poner un pie sus viñedos por primera vez. Si aún no eres testigo de este fenómeno, al beber sus vinos, podrás percibir esta región única en cada aroma que detectes y cada trago bebas de tu copa.

¡Te mereces un Rioja!

 

 

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